"Tránsito", inicialmente alojada en www.geocities.com/revistatransito, fue publicada en el año 2000. Las labores cotidianas y falta de tiempo, hicieron que el proyecto se detuviese. Sin embargo, debido a la alta acogida que la revista tuvo a nivel internacional se decidió reflotar el sitio web, dándole un matiz más dinámico. Si deseas participar haz clic aquí.

Saturday, April 02, 2005

[POEMAS] CIUDAD DE LOCURA 14

Por El Seis (Jalisco, MÉXICO)

El aire de mi ciudad
son bocanadas
de larvas negras
y viscosas

El aspecto de mi ciudad
es un arcoiris imaginario
que cubre los
colores pálidos
grisáceos
y negros


Los hombres de mi
ciudad
son seres desollados
que caminan autómatas
hacia el despeñadero
más cercano

Los rostros de las mujeres
de mi ciudad
tienen bruñidos
tótems y símbolos
lágrimas milenarias
!ah¡... y una tristeza
lapidaria

Los cuerpos de las
prostitutas de mi ciudad
tienen tatuado
en su hermosa epidermis
todo el dolor del mundo
que extirpan a sus
tristísimos clientes

Las nubes de mi ciudad
son extrañas y caprichosas
en todas sus formas
sólo se ven demonios
lujuriosos
látigos ardientes
en las espaldas
de los hombres
y uno que otro
ángel degollado

Baco es el dios más venerado
en mi ciudad
en procesión de
"estruendoso silencio"
los fervientes devotos
cual seres dopados
llenan de alcohol
sus abismales gargantas
esperando quizá
que una sola gota
del éxtasis divino
les bañe el alma
y desaparezca la nostalgia
y la pena

Las calles de mi ciudad
son los intestinos
de algún antiguo demonio
donde los transeúntes
como orates
buscan sus respectivas
cajas de electrochoques


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[CUENTOS] DIOSA TERRENA

Por El Seis (Jalisco, MEXICO)

Ella era bella, esbelta, de ojos color violeta; pero se sentía una “cosa viviente”. Sus admiradores (tenía muchos), antes de mirar su exquisito trasero; la consideraban un “objeto”, algo así, como un árbol frondoso, pero ardiente, lleno de lava. Era dueña de unas largas, y bien torneadas piernas blancas; que al caminar arrancaban suspiros de los existentes. Cuando movía sus caderas, era un vaivén de locura; parecía que se regocijaba el universo. Sabedora de ese poder que otorga la naturaleza a ciertas personas; se sentía un puñado de carne hecha para el amor. Era el placer mismo. La muchedumbre le rendía pleitesía a la dama del ensueño. Las mujeres citadinas la miraban con envidia, y una rara admiración. Pero, Cliceria, así se llamaba la preciosa; se sentía vacía, sola, temblorosa, llena de pánico,... una cosa. Odiaba las lides del amor/ Detestaba ser penetrada/ No le interesaba ser el blanco de las miradas ardientes/ No le gustaba posar sus labios en otros locos de amor/ Le disgustaba los vulgares y elegantes piropos/ A ella, Cliceria, sólo le gustaba mirarse en el “espejo azul”, de su recámara; abrir la ventana, y sentirse una “cosa viviente”, palpitante de tanto ser...


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Friday, April 01, 2005

[CUENTOS] LA PSICOLOGA

Por EL SEIS (Jalisco/MEXICO)

No hay nada mejor en esta vida que una bella dama.

Cuando la conocí, ella me consideraba un loco; hasta un “ser enfermizo”, depravado. Siempre me miraba con sus reservas, y en ningún momento, profundizaba su vista sobre mis ojos de muerto. Me huía frecuentemente, argumentando, cualquier razón o sin razón; decía: debo buscar los silencios escalofriantes del universo. Estoy buscando el principio intrínseco de la vida. El poder del universo me aplasta y aniquila, cual una hormiga ebria. Se me quedaba observando con mucha precaución y hasta cierto miedo. Yo, para ella, era sólo un poeta demente, iracundo y discípulo consumado de Dionisios. Suenan las campanas sus lamentos/Mientras los fieles enlutados se encaminan cual robots, hacia su creador/Los reverendos del metal esperan sus ovejas mecánicas, para aceitar sus cerebros/Alabado sea el Hierro/Bendita la maquina/Aleluya al aceite automotriz/Levantemos la batería al Señor del concreto/.

Ella, era la perfección de mujer. De piernas largas y bien torneadas. Ojos como cavernas obscuras y silenciosas. Sus caderas eran el movimiento mismo. Tenía un lunar pequeño en la mejilla izquierda, que la hacía verse más encamable. Estudiaba creo... Psicología, en la Universidad del Estado. Era introvertida, y un poco “altanera”, bueno... eso decían sus condiscípulos. Los ecos de Freud, taladran las consciencias/Mientras los hombres como autómatas se dirigen al pabellón de la locura/Sueñan los seres en símbolos dispersos y complicados, mientras el subconsciente se carcajea/Los dolores antiguos aparecen entre las nubes del pensamiento, y encadenan a los “sujetos urbanos”, y estos, con algunos “venenos espirituales”, alejan de sí, la cascada del sufrimiento.

Nunca el “destino” nos unió, ni las probabilidades nos acercaron jamás. Fue un día lluvioso, cuando me dije: voy por esa mujer de pelo ensortijado. Llegué en cuasi estado de ebriedad, más una píldora de esas que nos hacen olvidar que existimos, me dirigí a ella, la belleza. Me gusta tu lunar obsceno, creo que le dije. No me contestó, sólo se me quedo mirando. No me palpitaba el corazón, porque, creo que no tengo; sólo se escuchaba el sonido de una maquina recién prendida. Yo no era la perfección estándar del hombre guapo; más bien mi atractivo era mi mirada de “locura, de demencia”. Eres muy especial, y bellísimo, exclamó en tono sereno la dama. Mis ojos eran antorchas en la madrugada/Mis manos ramas de algún árbol, donde corre la savia, como una maldición/Y mi rostro era el terror mismo/Afuera, allá donde se termina lo posible, una luz azul, me envolvía con su tristísima belleza/Era el hombre más perfecto...

Te amo, me dijo. Yo no contesté nada. Sólo nos encaminamos por las calles torcidas de la ciudad, buscando un lugar privado, donde tocarnos el cuerpo, donde fundirnos en uno, donde pertenecernos, donde ser la unidad, donde... copular todo el día. Queríamos alejar el sentimiento de “angustia universal”, “aniquilar la soledad”, “dejar de temblar ante las vicisitudes del vivir”.

¿Crees qué el sexo nos espante los demonios?

No lo sé.

¿Me quieres?

No lo sé.

La vida, y todo lo que ésta implica se carcajeaba.



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[ENSAYOS] ELEMENTOS DE REFERENCIA

por José Repiso Moyano

Se confunde la verdad abstracta -la que aún no conocemos- con la verdad concreta, la que viene determinada por hechos; por consiguiente, cada hecho concreto es una verdad en sí misma y, además, es un apoyo -un punto de referencia- para una coherencia, para unificar verdades
con un contenido que revalide una interrelación real de tales verdades o hechos concretos.


La coherencia es una dilucidación de un suceso, de un fenómeno; y con la cual se "descartan", se eliminan los efectos que no le son propios. Así, a cada suceso le concierne un tipo de verdades y no otras; o dicho más claramente, le concierne unos puntos de referencia obligados para
conseguir una objetividad, para no atribuirle elementos no reales, para reconocerlo y no negarlo como realidad.

Por lo tanto, esos puntos de referencia recurridos -principios o hechos concretos- son absolutos o, si no, negarán la realidad; porque son los que la sustentan, porque son los que la componen, porque son los que atestiguan de que existe, de que es.

Ahora bien, en nuestra acción social cargada de emociones, de atavismos y de intereses morales utilizamos puntos o elementos de referencia estrictamente subjetivos; es decir que cada uno los entiende de una manera, aunque sin duda sí prevalezca cierta convergencia común. De seguida, cuando nos comunicamos, nuestras opiniones pueden estar contextualizadas con unos u otros elementos, a merced de una capacidad por discernirlos o no, en cuanto se opte por una expresión objetiva o lo más próxima a la objetividad -si se utilizan también elementos
subjetivos- o sólo personal.

Pero lo más importante es el darse cuenta de que por encima de las opiniones están los hechos, ahí, ofrecidos ya, dados; que son existencias y que son insustituibles por nuestras opiniones.
No es cierto que el concepto no conozca o no pueda conocer la realidad; porque el concepto ha nacido dentro de la realidad -y no fuera-, consecuente a ella coherentemente o no. El concepto "árbol" habla de un árbol y no de una estrella, se dirige directamente a su transfondo y no asume o permite "que le metan gato por liebre"; ese concepto señala -reconoce- un objetivo, señala un hecho, y está sin remedio subordinado a lo que es o está enriquecido o corroborado por lo que es.

Con el lenguaje usamos siempre unos elementos de referencia objetivos; pero, frecuentemente, podemos menospreciarlos en beneficio de un interés emocional -los animales no lo hacen tanto-.
Terminando, comunicamos -decimos- no los elementos de la nada, sino los elementos de la realidad; sin embargo, esos elementos podemos conectarlos erróneamente -lo que es verificable-, extralimitándonos de lo real para, así, negarnos también erróneamente como elementos suyos, confundiéndonos tal cual vez o deformando la realidad.


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[ENSAYOS] LOS CRITERIOS

Por José Repiso Moyano

No existen criterios relativos, porque los criterios ya por existir son absolutos y, además, los criterios siempre tienen una verdad emocional absolutamente, innegable; pero, a veces ésta es añadidura a la verdad objetiva que alcanzan, que descubren si son en realidad unos criterios objetivos y no subjetivos.


Así que no existe un valor relativo -no hay demostrado todavía alguno-, sino subjetivo. La esperanza, la tranquilidad no son valores relativos, porque ya siempre han sido y son valores subjetivos; pero, en claridad, no pueden ser relativos porque no pueden dejar nunca -ni por intenciones- de ser absolutos en la inherencia del ser humano.

Por lo tanto, si no pueden ser restringidos, negados de la realidad, no pueden ser sino absolutos en/con la realidad. Esto lo entiende hasta un niño, y está muy claro. No puede un ser humano vacilante negarlos de la realidad, a no ser que sea necio o no quiera saber ni lo que dice; también por un interés alguno se comprueba que manipula utilizando la mayor confusión posible.

Por otra parte,siempre se pueden cuestionar muchos decires, pero no la realidad; aunque cuestionar la verdad, la misma realidad, habitualmente ha sido el fácil recurso para los que no saben o no pueden rebatir algo. Y recurren al capricho, al digo porque lo digo, al tonteo, a la falacia en suma.

Ninguna verdad es cuestionable, lo que se cuestiona es lo que otros dicen de la verdad, de ella emocionalmente o erróneamente; es decir a esos que se han pasado de fantasía, que no la han hallado realmente, coherentemente, o que la disfrazan para un interés propio... manipulándola.

Sí, la verdad se busca por cuestiones; pero no se cuestiona la verdad, el hecho real. Por ejemplo, si un cirujano trasplanta con eficacia un corazón, lo ha hecho y es incuestionable: el resultado, el hecho.

Sí, se puede cuestionar el resultado éticamente, religiosamente, políticamente; pero el hecho en sí mismo no. Por ejemplo, si un niño no come se morirá de hambre; y ya al hecho se le puede cuestionar los motivos desde responsabilidades individuales, ambientales o sociales, pero el hecho en sí mismo como verdad o como realidad es incuestionable, existe.

O sea, aunque Arquímedes no hubiera encontrado o advertido las fuerzas que actúan en la palanca, esas verdades estarían por encontrarse; por lo que la realidad se conoce o no, se reconoce o no -es eso lo que se ha de cuestionar y no la palanca en sí como realidad.


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[CUENTOS] MUJER FATAL

Por Shirko Gil (Pontevedra/ESPAÑA)

La vi postrada en su tarima, sin fuerzas para atreverse a subir a ella, mirando a lo alto pero, apoyada en fin, en el deseo de un día poder llegar a subir ella sola, sin necesidad, sin ayuda. Miraba con orgullo hacia tal tarima, mientras un proyector proyectaba hacia una blanca pared. Pero estaba ella, ahí desafiante, impidiéndole el paso a la mismísima luz, postrada en una tarima sin necesidad de estar en ella, la cumbre era demasiado fría para su sangre caliente y allí el aire de sus pulmones viciados se helaría y enclaustraría su corazón.

La miré y me reí hacia ella, joven solitaria acompañada de su fiel escudera, las dos armadas de adornos coloridos hasta las orejas, en contraste con el negro de sus ropas. Las dos hablando, preguntándose acaso ¿y quién es ese?. Mirada fría, fuerte, penetrante me atropellaba sobre un suelo lleno de pisadas, y no podía dejar de mirarla, allí, pasmando ante mí y preguntando con el gesto que es lo que yo hacía. Desafiante la mirada, ¿qué es lo que pretendía?
Se acercó a mi amiga y mi amiga y me dijo, decir se queda corto, clavando sus ojos en los míos su tono sonó a aviso: -¿Qué coño os pasa?, ¿qué queréis?, ¿bronca? ¿Os parezco graciosa?, ¿tengo monos en la cara?... No, pensé, mono de amor como mucho, tus ojos desquiciados no denotan mono de ningún otro tipo que no hayas solucionado ya. Querer, querer, en un saco roto todo se puede llegar perder. Introduciendo tu querer demasiado fuerte presionaste el saco hasta que se rompió, perdiste el conocimiento de la realidad y te estampaste con tus pertenencias contra el suelo mojado de una arrugada tarima en un viejo pub.

Increpó a mi amiga, increpó mis intenciones, increpó su vida en un rincón sin más esperanzas que esperar, huída de lo inevitable, irreprochable resentimiento, ¿dónde estaba tu feliz sonrisa en una noche de alcohol?, ¿por qué un día de jolgorio se trastoca cada sábado en una excusa para armar bronca?
-Con mi gente no se mete nadie, porque voy a llamar a los míos y conozco mucha gente, vais a tener problemas, tú y tu novio... Pero como le dices eso a mi amiga, no soy su novio, por supuesto sí su amigo, pero es que aunque fuera algo más que eso el arrebato de tus impulsos me empujaría hasta ti y ya nunca más su amigo podría llegar a ser, y ¿qué hacer?

Seguía defendiendo lo suyo y a los suyos hasta la saciedad, pero yo, mudo, no podía decir nada, y aunque lo dijera sus oídos sordos en la noche no podían ser sensibles ya a la grave voz de un compañero de intrigas. Lo suyo se perdía en el horizonte de aquel bar, dictando nombres que no podía recordar, recortando trozos de su vida pegados ahora a la portería de un pub de ambiente, capaces de recibir título de suyos, defenderla hasta el final sería su quehacer por lo que ella decía y sentía, ilusa ilusión ilusionante. Todo su odio golpeaba con fuerza ante nosotros, su boca y saliva eran un maremoto que chocaba contra la costa a costa de las pocas fuerzas que le pudieran quedar.

Hablaba, habla y no podrá parar. Segundo tras otro trataba de demostrar que la vida no le había puesto las cosas fáciles y aún así había sobrevivido. Sus ojos eran confusos e inconfundibles, sin color en la oscuridad de aquel local, no pudiendo imaginarme y menos ver, mucho menos ver, el color de aquella fiera dispuesta a todo con tal de demostrar su valía.

Pero nena, ¡que valía pretendes demostrar cuando la simple plasmación de tu imagen en mi retina ya había valido más que toda aquella noche junta! ¿Quieres mostrarme el monstruo que no eres pretendiendo ocultar la niña que llevas dentro? Quieres ser mujer para seducir , quieres ser bestia para imponer, quieres ser mala para no volver a perder. Pero la tomas con mi amiga siendo yo el culpable.
Después de un rato sin poder contener las lavas de aquel volcán penetrando por mis oídos y solidificándose en mi mente, la paré y le dije lo que sentí y no:
-Perdona, no queríamos que te pusieras así, no era mi objetivo hacerte daño. Negaba esto último con razón, pero dudaba lo primero con resignación.
Se puso así , se puso irascible, se puso eléctrica, se puso firme y yo quedé impresionado. Los naufragios de la vida no la habían solapado, agarrada a su sola fuerza salía a flote, una vez más su valía, enfrentándose a lo Don Quijote contra los molinos que le molestaban en su tierra, local oscuro de antiguas sonatas.

Al final paró, hizo fiel eso de que después de la tempestad la calma siempre llega, y sin querer escucharme dio la vuelta y abandonó, prosiguió su camino y con su gesto seguro y firme nos mostró que ella seguiría siendo la dueña de sí misma, y que los pardillos como nosotros no nos íbamos a reír de ella.
Detrás de ella pisé, y pude notar que no sólo detrás de los grandes conquistadores no crece la hierba , sino que detrás de ella dudo mucho que pudiera crecer otra cosa que no fuera su olor embriagador a alcohol y tabaco. Frenó en su tarima, se giró y se apoyó de nuevo en el trono y hablando por su móvil me encontró a mi, sucia molestia.

Su escudera pronto entró al trapo y me frenó, ¿qué quieres?, pues. Sólo decir gracias, gracias por mostrarme la fuerza con que afrontarlo. Gracias por mostrarme que detrás de aquella aparente débil figura se encontraba toda una guerrera que no pararía ante nadie ni nada.

Mi sonrisa fue razón de su enfado, mi incierta falsa felicidad motivo de sus iras y con su rabia desgarradora me había venido a amenazar, avisándome de que como siguiera así ella me haría acabar mal. Me daba con sus amenazas fuerza, empujaba su furia a mi indiferencia y rompía los esquemas, moldes de una resbaladiza felicidad, ira de la vida que me daba por lo menos un motivo por el que salir adelante. Y no había ella pasada, sólo ella.

Seguimos diez minutos más en el local, después de firmar la amnistía, pero sus ojos seguían sobre mi, y un monte de humareda y caretos cansados no eran freno para su pensamiento. Mirándola una vez más vi el color incoloro de sus ojos, marchando acaloradamente de la gravedad de su atracción, firme ella, mi enemiga o mi bastión.
Resbala el alcohol en los cristales de las barra, las risas se confunden con el llanto y una noche más se repiten rituales de apareamiento en los que el impulso de la mente deja paso al desbarajuste hormonal y se pierden en la saliva de cualquier extraño.

Pisaba con fuerza y miraba a mi alrededor. El suelo pegajoso me impedía levantar con soltura mis zapatos y me quedaba preso en su fango mientras sentía que la felina mirada apuntaba a mi espalda. A cada paso que daba más me costaba despegarme de ella, a cada movimiento mi mirada perdía fuerza, el ruido se desvanecía y la nada se habría camino entre las gentes.
Empujones forzados y no fingidos, pequeños cortos temporales para que el vividor de turno te dejara pasar sin que saltaran en él también las iras. Paso a paso, la puerta, la entrada o el final de la travesía con la mujer herida.


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[CUENTOS] TODOS LOS JUEVES

TODOS LOS JUEVES
Por Gustavo Obando Castillo (Lima, PERÚ)

Todos los jueves me pierdo con una sonrisa entre los sonidos nostálgicos de Radio Head y olvido temporalmente langue para que ni por un desafortunadísimo error se produzca parole, en una esquina del taller de Natalia; y así, no interrumpir sus trazos de autobiografía emocional sobre el lienzo. En esos momentos desaparece el pensamiento lingüístico quedando sólo las sensaciones. Me encanta, la quiero muchísimo, la amo cuando pinta porque sé que nunca estará más desnuda.


Todos los jueves me vuelvo parte de ese taller. Ella sabe que estoy allí, pero no le importa. He llegado a un nivel en el que pareciera que estoy como ausente. Mas, en realidad, me confundo en el ambiente embriagadoramente melancólico. Me encuentro en todos los lados: rodeándola de pies a cabeza, siguiendo sus danzantes movimientos, entrando en ella cada vez más a cada inspiración. Y que cálido se siente...

Al término del día ordena sus materiales para el jueves siguiente. Los otros días debe trabajar en la docencia y en el diseño gráfico para pagar sus gastos. Los otros días disminuyen su brillo. Se desviste para bañarse y me pide le talle la espalda. Es un momento muy íntimo, sin embargo, la amo más cuando pinta porque sé que nunca estará más desnuda.


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[CUENTOS] COLECCIONISTA DE NARICES

Por Gustavo Obando Castillo (Lima, PERÚ)

Desde hace algunos años me considero un coleccionista de narices reales e imaginarias. Y créanme que son más difíciles de coleccionar las reales porque sólo puedo guardar un registro fotográfico memorístico; el cual, con el transcurso de aquella abstracción traidora generalmente lineal que utilizamos para medir la duración de las cosas, se ve alterado por la selectividad, también traidora, de la memoria.
En cambio, las narices imaginarias (quizá no para sus autores) que colecciono, provienen del arte plástico y literario; por lo tanto, una renovación del registro en estos casos es mas fácil a diferencia de las narices reales, puesto que difícilmente se podrá recurrir constantemente a la fuente de la que se extrajo el padrón. Sin embargo, no todo esta perdido. Una naricita puede inmortalizarse en los recuerdos plasmándola en una imagen (que si no es fotografía, pierde objetividad). Esa fue mi solución, con pérdida de objetividad incluída, con esta naricita a la que nunca tuve corazón para arrancar del perfil. Y esa mirada...


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